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Historia de la devoción a los Santos Ángeles custodios como poderosos protectores.

La anunciación de San Gabriel Arcángel

La santidad de su ser, su excelencia, su valimiento para con Dios y su ministerio; los importantes servicios que nos presta, los que nos ha hecho, los que nos puede hacer; en una palabra; la justicia, la obligación, el interés, la religión, el agradecimiento, según san Bernardo, exige de todos los fieles cristianos un tributo permanente de homenajes, alabanzas y solemnidad. Este es el objetivo que tuvo presente la iglesia, gobernada siempre por el Espíritu Santo, atenta al bien espiritual de sus hijos en la institución de la devoción, fiestas sagradas y celebraciones a los santos ángeles de la guarda y su debido reconocimiento.La Tradición de la fiesta de los Santos ángeles.

Según la tradición, la festividad de los santos ángeles se celebraba ya hace muchos siglos, con gran devoción en la santa iglesia de Toledo; y es verosímil que esta la recibió de la iglesia de Rodas en Roberga, por la devoción del santo obispo Francisco Destain, que vivía en tiempo de Luis XII y de Francisco I; también pasó de España a los Países Bajos, cuyas iglesias, según consta, la celebraban todas el día primero de marzo. Sin embargo, la devoción a los santos Ángeles de la guarda era ya muy antigua en Francia, puesto que san Luis mandó edificar en su honor una capilla dentro de la catedral de Nuestra Señora de Chartres; y mucho antes del siglo XVI se encuentran altares dedicados a los santos Ángeles en Clermont de Auvernia y en otros lugares.

Se celebraba también esta fiesta en Córdoba - España, el día 10 de marzo; y el día 10 de mayo en Siria, hasta que el Papa Paulo V la fijó el primer día libre después de la fiesta de san Miguel Arcángel, que es el segundo de octubre.

El archiduque Ferdinando de Austria, que fue después emperador, movido de su particular devoción al santo ángel de la guarda, suplicó insistentemente al Papa que hiciese general esta fiesta en toda la iglesia; y así lo hizo su Santidad, por satisfacer a tan piadosos deseos, expidiendo en nombre de Jesús una bula a este fin, que encendió y avivó más la devoción de los fieles hacia estos espíritus benefactores del hombre.

Pero la instauración de la fiesta no fue institución de nuevo culto, ni de la devoción á los santos ángeles; esta y aquel eran tan antiguos como la iglesia misma. Cuando Jesús enseñó á los fieles que cada uno en particular tenía un ángel destinado a la custodia de su persona, al mismo tiempo les enseñó también el culto, el respeto, la confianza y el amor que pedía de ellos el reconocimiento a tan religioso ministerio. Ya dentro de la sinagoga era ya conocido el culto de los ángeles en general; pero el del ángel custodio en particular parece que no apareció hasta el día que nació la iglesia, y por lo que dicen los santos padres se conoce lo familiar que era a todos los fieles la devoción al santo Ángel de la guarda, ya desde aquellos primeros tiempos.

Si en los cuatro ó cinco primeros siglos no se edificaron templos en reverencia de los ángeles de la guarda, fue precisamente por no dar ocasión a los gentiles para creer que los cristianos tributaban adoración a nuevos genios, como los adoraban ellos. Pero luego que la Iglesia no tuvo ya que temer las calumnias de los paganos, y cuando logró entera libertad para instruir a los fieles, no se quedó encerrada dentro del corazón la devoción a los ángeles custodios. En todas partes se les edificaron templos, erigieron altares, solemnizaron fiestas, y se experimentaron cada día los provechos de esta gran devoción.

Debemos confesar, dice san Jerónimo, que ninguna cosa contribuye tanto a formar un elevado concepto de la dignidad de nuestra alma, como lo que Jesús hizo por ella, y singularmente el haber destinado a cada persona un ángel custodio desde el mismo día de su nacimiento. Se hace juicio de lo que se estiman las cosas por el cuidado que se tiene de ellas. Es verdad que basta la sangre de Jesucristo para darnos una justa idea de lo que vale nuestra alma. Este infinito precio de una redención sobreabundante llena de admiración, deja estáticas y suspensas a las celestiales milicias, de modo que no puedan menos de amar, dice san Bernardo, y aun de respetar a aquellos que por su rescate entregó Dios a su unigénito Hijo.

Entre todas las obras de la omnipotencia bien se puede decir que ninguna costó tanto a Dios como el hombre; por lo que no es de admirar cuidase tan particularmente de esta su obra, que destinase un ángel para su custodia y ayuda.

Como nos cuidan los ángeles

El Señor, dice el Profeta, además de la providencia general, que se extiende a todas las criaturas, te entregó al cuidado de sus ángeles, para que te guardasen y te hiciesen siempre compañía en todos tus caminos: (Salmo 90). Hay muchos caminos escabrosos, sendas arduas y peligrosas, dice san Bernardo. Se tropieza con ellos en muchos malos pasos; nacen los peligros, por decirlo así, con nosotros mismos todo es precipicios, todo despeñaderos en esta carrera. Desde la cuna nos arma lazos el demonio. ¿A cuántos peligros está expuesto un niño antes que se desenvuelva su uso de la razón? No basta toda la ternura de sus padres; es muy corta, es muy limitada toda la vigilancia de la madre más cuidadosa para prevenirlos todos ¿Pues qué hace el Señor? Encarga a uno de sus espíritus celestiales que cuide de aquel niño desde el primer instante de su nacimiento.

Este ángel tutelar, a quien llama angel custodio la iglesia, vela perpetuamente en desviar de aquella tierna criatura lo que le puede perjudicar, y en desvanecer los perniciosos intentos de los espíritus malignos, siempre inclinados a hacernos el mal. ¿De cuántos funestos accidentes somos preservados por la asistencia de nuestros ángeles en aquellos primeros años de la niñez? Ellos son, dice san Hilario, los que conjuran los maleficios; ellos, dice san Bernardo, los que preservan á los niños de mil peligros, y los que los detienen sus caídas y prestan infinidad de ayudas y servicios.

Siendo tan grandes los beneficios que recibimos de los ángeles custodios en los diferentes incidentes de la vida, ¿Cuantas obligaciones les debemos por los auxilios que nos prestan en todo lo que toca al negocio de la salvación?

Conociendo el Señor Jesús, dice san Gregorio Niseno, la perversa intención de los espíritus malignos, que quisieran hacer que ningún hombre ocupase las sillas que ellos perdieron en el cielo; y sabiendo muy bien nuestra ignorancia y nuestra flaqueza después del primer pecado, quiso darnos a cada uno de nosotros un ángel tutelar, que hiciese inútiles todos los artificios de este enemigo de la salvación.

Concediéronsenos, dice san Hilario, estos ángeles tutelares, para que nos guiasen y den ayuda en el camino de la salvación, porque seria muy dificultoso en nuestra humana flaqueza evitar todos los artificios de este temible enemigo.

Pero los buenos ángeles no solo hacen inútiles los esfuerzos de los ángeles malignos, no solo nos libran de mil peligros, sino que insensiblemente nos desvían de muchas ocasiones en que según nuestra actual constitución anticipan que infalible y funestamente caeríamos. A los santos ángeles debemos, después de Dios, dicen los padres, la mayor parte de los buenos pensamientos, y tantas saludables reflexiones, que contribuyeron a nuestra conversión y servicio. Aquellos auxilios imprevistos del cielo en accidentes tan peligrosos, aquellos milagros de la Divina Providencia tan dichosos como no esperados, efecto son, por lo común, de la protección de los ángeles de la guarda. ¡Qué amor, qué veneración, qué agradecimiento les debemos!

Mira Moisés, le dice Dios, yo voy á enviar un angel mío que vaya delante de ti, que te sirva de guía en el camino, te conduzca a la tierra que te tengo prometida. Éxodo. 23. Respétale, oye su voz, guárdate bien de despreciarle; esto es, según la versión de los Setenta, sé dócil a sus consejos, y haz todo lo que él te previniere, porque has de tener entendido que todo lo que dijere y obrare lo hace en mí nombre. Si dieres crédito a sus palabras haciendo lo que te mando seré enemigo de tus enemigos, y afligiré yo a los que te afligieren a ti. Caminará continuamente delante de ti, y te hará entrar en la tierra prometida. En este misterio del ángel tutelar de los Israelitas se cifra la instrucción, la comisión y la diputación de nuestros ángeles de la guarda.

También son figura bien expresa de los oficios que hacen cada día con nosotros los que hizo con Tobías el Arcángel San Rafael. No hubo discípulo más dócil ni mas agradecido á su ayo, que el joven Tobías. Padre mío ¿Con qué cosa digna podremos agradecer á este fiel conductor y a este buen amigo tanto como le debemos? ¿Qué expresión le podemos hacer, que sea correspondiente a tantos beneficios como hemos recibido de su mano? (Tob. 12.) Él me sacó, y me volvió sano y robusto á tu casa, me libró de mil peligros en el viaje.

El camino era largo y penoso podía perderme á cada paso, y muchas veces corrió peligro mi vida. Si me veo restituido a la casa de mi padre con tanta felicidad, después de Dios, se lo debo a este amable conductor; pero no pararon aquí sus beneficios: él mismo en persona fue a recibir el dinero de Gabelo: él me consiguió la mujer con quien me casé: él lanzó de ella el demonio, que tanto tiempo había la estaba atormentando, cuyo lastimoso accidente tenía toda la casa en un continuo llanto y en un perpetuo luto, llenando con tantos beneficios de alegría a su pobre padre y a su afligida madre: él me libró á mi de aquel formidable pez que me iba ya a tragar: él te hizo ver á ti la luz del cielo; y en una palabra, por él estamos llenos de bienes.

En toda la serie de esta dulcísima historia los ministros, los importantes servicios que recibimos de nuestros ángeles de la guarda por todo el curso de nuestra peregrinación en esta vida? Peligros desviados; funestos peligros sorteados o prevenidos; malicia del demonio descubierta y confundida; negocios de importancia terminados con felicidad; dichosos sucesos en las empresas más arduas, y en los proyectos más delicados; esto es en resumen lo mucho que debemos a estos espíritus benefactores del Altísimo.

Su benevolencia te debe inspirar devoción, prosigue el mismo padre ¿Cuánto cuida de nosotros nuestro buen angel? ¿qué oficios no nos hace? ¿qué servicios no ejecuta con nosotros en este destierro? Nos preserva de mil peligros; nos libran de mil males; solicítanos todo género de bienes al Altísimo; presentan nuestras oraciones al Señor; consíguenos mil beneficios y mil gracias; defiéndenos de toda suerte de enemigos; llévanos, por decirlo así, en sus palmas; estorba nuestras caídas espirituales y corporales; y cuando a pesar de sus desvelos caemos en pecado, nos ayudan a levantar.

Siempre están viendo el rostro de Dios, y nunca nos pierde a nosotros de vista: lleno de Dios, ocupado en Dios, no está menos ocupado en nosotros, ni menos atento a todo lo que nos concierne; observa y guía todos nuestros pasos; levantándonos cuando erramos el camino; alumbrándonos en nuestras dudas; y por último: ¿Cuánto nos ayuda y asiste a la hora de nuestra muerte? Su santa custodia nos debe inspirar confianza y aumentar la fe.

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