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Órdenes, grados y jerarquía de los ángeles y arcángeles

San Miguel psicomoro

Fue Dionisio Areopagita (siglo I, discípulo de San Pablo, que llegó a ser obispo de Atenas), quien partiendo de una concepción ordenada del cosmos, según la filosofía neoplatónica organizó las Jerarquías celestes angélicas (De coelesti hierarchia). Según él, la armonía del cosmos era ante todo orden jerárquico, cuyo centro era Dios, que forma la Tearquía o Santísima Trinidad, y en torna a ella los eternos círculos de innumerables espíritus que danzan armónicamente en torno, con su belleza inmaterial, acorde con las melodías del universo.

Así, el autor partiendo del corpus paulinium y de su formación neoplatónica forjó su interpretación del universo angélico, con las triadas de los coros angélicos:

1. Jerarquía asistente: serafines, querubines y tronos. 
2. Jerarquía de imperio: dominaciones, virtudes y potestades.
3. Jerarquía ejecutiva: principados, arcángeles y ángeles.

Se llama asistente a la primera jerarquía porque los ángeles que la componen están rodeando siempre al trono de Dios, y representan los principales atributos de la Divinidad el amor: la sabiduría y el poder.

Se denomina de imperio a la segunda jerarquía porque sus componentes representan las perfecciones divinas más relacionadas con las criaturas, mediante las cuales se impone como Señor soberano de todos los seres creados.

La jerarquía ejecutiva que corresponde a la tercera triada porque es la encargada de llevar a cabo las órdenes de Dios sobre las naciones o los individuos.

Por tanto, para Dionisio este universo no es una mera jerarquización sino que la jerarquía es un orden sagrado o actividad que permite las iluminaciones para imitar a Dios en la medida de sus fuerzas, así que el fin de la jerarquía es tender hacia la divinización. La obra citada de la Jerarquía Celeste fue muy comentada a lo largo de la Edad Media, y su fascinación mística influyó en la iconografía cristiana.

Esta distinción hecha en relación a Dios, «a la conducción general del mundo o a la conducción particular de los estados de las compañías y de las personas»; no se dividen por importancia pues cada ángel es importante e indispensable en su campo, más se clasifican por cercanía a la esencia de Dios, cabe recalcar que la jerarquía no influye en la capacidad de amar de cada ser angelical, pues un ángel de la novena jerarquía podría amar más a los hombres y a Dios que uno de la primera.

Por su parte, la Biblia se refiere a los ángeles utilizando tanto apelativos personales (como los nombres propios de: Rafael, Gabriel y Miguel), como también “agrupados” en estimaciones de Serafines, Querubines, Tronos, Potestades, Dominaciones, Principados y Virtudes. Así mismo, distingue entre Ángeles y Arcángeles. La teología, especialmente la Patrística medieval, no ha rechazado estas representaciones, tratando en cambio de darle una explicación doctrinal y mística.

Veamos en detalle las categorías angélicas:

Jerarquía asistente: serafines, querubines y tronos.

El Coro de Serafines. El nombre de serafines alude al fuego que los abrasa, ya que según San Bernardo arden con el fuego de Dios por caridad y brillan por sí mismos. Es el coro bienaventurado por excelencia. Ellos son puro fuego de amor al servicio de Dios. Están incesantemente adorando, amando y alabando a la Santísima Trinidad. Ese es su oficio y en eso precisamente consiste su beatitud. De día en día, de hora en hora, su amor se inflama sin cesar de nuevo hacia el amor supremo.

El Coro de Querubines. Significan plenitud de ciencia, por cuanto Dios como Señor de las Ciencias vive en medio de una luz inaccesible e inefable; por ello Ezequiel los representa llenos de ojos, que no son más que luz y sabiduría, que pueden transmitir. Son como la guardia privada de Dios. El celo personal y personificado por la gloria de Dios y por su defensa. Fue precisamente un Querubín el que expulsó a nuestros primeros padres del Paraíso terrenal. Delante del trono del Papa hay cuatro querubines. También delante de muchos Santuarios particularmente venerados, hay un Querubín. Dice Ana Catalina Emmerick que debemos invocarles en todas las tentaciones contra la fe. También que son muy apropiados para las almas escrupulosas, en especial aquellos que están asediados contra la santa virtud de la pureza.

El Coro de los Tronos. El nombre de tronos sirve para señalar que son ellos asiento de la gloria en la que se halla la majestad divina. Es un coro real. Se dice eso porque cada obispado, lo mismo que cada reino o cada comunidad de claustro, tiene un ángel del coro de los tronos. Ellos presentan al Altísimo las oraciones de su Diócesis, de su reino o de su convento, ennoblecidas y santificadas por su propia oración. Una disposición divina ha querido que se les mencione en el prefacio. El Ángel de España, lo mismo que el Ángel de Portugal que se apareció en Fátima, pertenece a este concreto coro real. 

Jerarquía de imperio: dominaciones, virtudes y potestades.

El Coro de las Dominaciones. Llamadas así por el poder que ejercen sobre los coros inferiores para extender el reino de Dios, así que arden con deseos vehementes de llevar a todas partes el nombre divino. Los ángeles de este coro son donados a todos aquellos que son llamados a enseñar, sea en una Universidad, sea en una cátedra, sea en un Concilio, sea sobre determinado asunto en la dirección espiritual. Los misioneros suelen ser protegidos por estos ángeles. Los superiores de un seminario, así como los seminaristas, tienen uno al lado de ellos; y estos ángeles les inspiran a que recen por la conversión de los que están en el error o en la incredulidad, o por los malos católicos.

El Coro de las Virtudes. Son las que inspiran a las almas grandes los sentimientos que las hacen dignas de Dios. Estos ángeles personifican la virtud, que es una fuerza en el orden del bien. Dios los envía a aquellos que ponen toda su fuerza de voluntad y toda su perseverancia para llegar a ser mejores. Son ellos los que nos ayudan a ir extirpando defectos. Son los que nos advierten, y los que a veces nos han salvado de caer en el pecado de forma casi milagrosa, o nos han ayudado a perseverar en el bien. Esto es sólo posible sin violar la voluntad humana, cuando el pecador, aunque débil, quiere de todo corazón no ceder a las tentaciones y permanecer en gracia de Dios. Este concreto coro puede serle de inestimable ayuda para avanzar por el sendero de la virtud y perfección.

El Coro de las Potestades. Denominadas así gracias al poder que tienen sobre los ángeles caídos o demonios. “Los Ángeles del Coro de las Potestades son grandes, salvo raras excepciones”. Están dedicados exclusivamente al servicio de los sacerdotes. Según la beata monja Ana Catalina Emmerick, tienen un aspecto grave y que el demonio huye de este coro. Las Potestades velan sobre los sacerdotes, especialmente en cuanto al cumplimiento de su función. Es muy importante el invocarlos cuando se sufre de aridez en la oración y de sequedad espiritual. También cuando uno está tentado de ceder a la cólera o impaciencia.
Jerarquía ejecutiva: principados, arcángeles y ángeles.

El Coro de los Principados. Son los encargados de velar por el gobierno espiritual y temporal de los pueblos. Por tanto los príncipes y gobernantes se hallan bajo su custodia. Cada parroquia tiene un ángel que pertenece a este coro. Según algunos místicos son grandes y de aspecto majestuoso. Están arrodillados delante del santísimo Sacramento y oran noche y día por todas las familias de la comunidad parroquial. Ellos conocen a todos los parroquianos de su Iglesia e imploran el perdón cada vez que se produce un escándalo. Su rostro es amigable y lleno de afecto, y se ensombrece de gran tristeza cuando alguien recibe los sacramentos de una manera poco digna o de forma sacrílega.

El Coro de los Arcángeles. El coro de los arcángeles resguarda los secretos divinos, por ello no sólo adoran los designios más elevados sino que se apresuran a realizarlos. Son aquellos que nos ayudan en situaciones difíciles y extraordinarias. Por ejemplo nos dan la fuerza que necesitamos para soportar amarguras, sufrimientos y pruebas, las cuales nos aplastarían. Como mensajeros que son llevan noticias importantes.

El Coro de los Ángeles. Con la misión de guardar a cada pueblo o nación y a cada hombre en particular. Son los ángeles custodios que nos guían y protegen, día y noche. No se separan nunca, aunque no se les invoque. Son los mensajeros entre Dios y nosotros para las cosas frecuentes de cada día. Enjugan nuestras lágrimas, velan sobre nosotros y llevan nuestras oraciones y peticiones delante del Señor. En realidad no sólo el último coro, están a nuestro servicio, y la devoción hacia ellos aumentará en nosotros la virtud y la santidad.

Esta clasificación de Dionisio Areopagita se convirtió en canónica y fue introducida por el Papa San Gregorio el Grande en el 870, llegando a quedar sintetizada por Santo Tomás de Aquino en su tratado de los ángeles. Inserto en la Suma Teológica. Quien dio más difusión a esta doctrina fue Dante, que reservó un puesto del Paraíso a San Dionisio.

LOS SIETE ARCÁNGELES

Como lo pregonan las Sagradas Escrituras, el culto divino es el principal oficio de los ángeles, de allí se genera el papel fundamental que han ocupado en la liturgia cristiana desde hace evos. Sin lugar a dudas, la visión más impactante de la Corte de Dios con la adoración de los ángeles es la que describió el apóstol San Juan cuando vivía en la isla de Patmos: "Vi un trono colocado en medio del cielo, y sobre el trono, uno sentado. El que estaba sentado parecía semejante a la piedra de jaspe y a la sardónice, y el arco iris que rodeaba el trono parecía semejante a una esmeralda. Alrededor del trono vi otros veinticuatro tronos, y sobre los tronos estaban sentados veinticuatro ancianos, vestidos de vestiduras blancas, con coronas de oro sobre sus cabezas. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. (Apocalipsis 4, 2-6).

Tales lámparas de fuego no podían ser sino ángeles en calidad de ministros del Señor, al que asisten para gobernar el cosmos. Visión tan grandiosa ha llenado la imaginación cristiana a lo largo de los siglos, especialmente durante la Edad Media, que vio a los ángeles oficiando el rito de la liturgia celeste. Así, figuras como San Basilio bien expresaban: "Glorificar a Dios es la ocupación de los ángeles; la única función de todo el ejército celeste es ensalzar al Creador".

Así, los ángeles fueron para los cristianos como los maestros del culto divino, por eso en la pictografía van vestidos con trajes litúrgicos o llevando particularidades afines. En la Iglesia primitiva estuvo muy extendida la creencia de que los textos litúrgicos y la música usados en los templos eran de origen angélico, incluso que algunos Salmos eran una oración angélica. Al respecto en una visión de San Ignacio de Antioquía, se le aparecieron dos coros cantando himnos en alternancia, y por ello introdujo tal costumbre en su iglesia; San Juan Damasceno refiere que los ángeles revelaron a los fieles de Constantinopla el canto del trisagio, por otra parte Casiano relata que los doce salmos del oficio nocturno monástico fueron determinados en su número por un ángel resolviendo una cuestión polémica. 


Estas leyendas piadosas nos revelan la profunda convicción cristiana de ser los ángeles maestros en la labor de alabar a Dios. De todo ello se infiere que los cristianos, especialmente los monjes, que desean hacer vida angélica en este mundo, han de imitar a los ángeles tanto en la contemplación de Dios como en su alabanza.

Colombas ha visto cómo en la tradición cristiana (oriental y occidental) se considera al culto divino como obra de los ángeles, tal como demuestra la liturgia bizantina desde el siglo VI con el "Canto de los querubines"; pero será especialmente la liturgia de la misa donde mejor se manifieste el rito angélico por la continua epifanía del sacerdocio de Cristo ya que cielo y tierra vienen a constituir una idéntica realidad.

Ahora bien, yendo al ámbito particular de los representantes angélicos, de los cuales, es por medio de las Sagradas Escrituras que conocemos sus nombres: Miguel, Gabriel y Rafael; los dos primeros extraídos del libro de Daniel, mientras que Rafael aparece en el Libro de Tobías.

Por su parte, los textos apócrifos (aparecen en libros de Enoc, el cuarto libro de Esdras y en la literatura rabínica) nos muestran cuatro nombres más de arcángeles, para un total siete, lo que tal vez se explicaría por el significado místico de este número, o porque sean las siete lámparas de fuego del libro del Apocalipsis ya mencionado, así que habría que añadir los nombres de Uriel, Barachiel o Baraquiel, Jehudiel o Jophiel y Seathiel o Saeltiel. Debido a los excesos por lo que en el siglo VIII la Iglesia romana llamó la atención al respecto por las invocaciones sospechosas a seis desconocidos arcángeles; el Concilio de Letrán delimitó el culto a los tres arcángeles más conocidos por los fieles cristianos.

Arcángel San Uriel

Desde un comienzo permaneció junto a la triada arcangélica. Su nombre, derivado del hebreo, hace referencia al fuego (llama o luz de Dios). Se le personifica con una espada en el jardín del Edén pues se cree que fue el espíritu que expulsó del paraíso a nuestros primeros padres Adán y Eva.

Su ministerio en ocasiones es como psicopompo (el que lleva las almas de los difuntos al juicio de Dios) y también se cree que es el encargado de la protección de las tierras y los templos consagrados a Dios. Se le invoca pidiéndole nos otorgue las virtudes contrarias para combatir la ira, la impaciencia y el odio. Su devoción fue muy conocida en occidente hasta el siglo XV, en Rusia y sus países satélites se le venera actualmente.

Arcángel San Gabriel

Conocido por ser el ángel de la Anunciación a la Santísima Virgen María, quien portó el mensaje de salvación a la humanidad por medio de la Encarnación del Hijo de Dios. A partir del siglo XIV apareció oficialmente su culto, aunque ya era invocado desde hacía siglos por la cristiandad.

San Gabriel Arcángel simboliza la Fuerza o Fortaleza de Dios. En el Antiguo Testamento se le menciona en el libro de Daniel donde le revela a este profeta una visión del carnero y el chivo (Dan. 8:16), y le ilustra en los sucesos futuras que van a suceder (Dan. 9,21-27). En el libro de San Lucas (1,11-20) del Nuevo Testamento, se le cita anunciando a Zacarías el nacimiento de San Juan Bautista.

Este Arcángel es reconocido como el ángel mensajero, se le personifica con una vara perfumada de la flor de la azucena. Es el patrono de los medio de comunicación y de los profesionales relacionados con estas profesiones debido a que dejó al mundo la más maravillosa noticia con su Anunciación.

Arcángel San Rafael

Su culto se generó en Occidente desde el siglo XV, aunque tuvo oratorios dedicados en la época carolingia en Centula y Saint-Gall. Fue ubicado en correspondencia con los otros arcángeles por motivos honoríficos y para perfeccionar la triada arcangélica. Su nombre proviene del griego y significa "medicina de Dios", y se le invoca tanto para las enfermedades espirituales como físicas o corporales. Dios es médico y Rafael es el arcángel encargado de la misión salutífera hacia los hombres.

Es mencionado en el libro de Tobías del antiguo Testamento, donde hace como protector del joven del mismo nombre en un largo viaje para recaudar una deuda
para sus necesitados padres, por eso también es invocado como custodio de los viajeros.

Arcángel San Miguel

La jerarquía del Arcángel San Miguel como primer mensajero de Dios viene de su nombre derivado del griego, que significa: "quién como Dios". Su retrato más conocido es como jefe o general de los ángeles y capitán del ejército celestial. Sin embargo, su misión más importante fue la de psicopompo, por eso se le retrata portando la balanza para la psicostasia en el momento del Juicio Final. Su culto es el más antiguo que el de los demás arcángeles, al parecer se generó en las comunidades cristianas del Egipto del siglo IV. Su culto en Constantinopla se puede rastrear hasta la época de Constantino, de esta capital del imperio romano oriental debió pasar a Italia y de allí al resto de Europa.

El culto a San Miguel se difundió tanto por su papel de psicopompo, como especialmente por un suceso ocurrido en la Roma del Papa Gregorio el Grande (590), cuando e ordenó procesiones para suplicar a Dios el fin de la peste, el Papa tuvo una aparición del San Miguel en lo alto del castillo de Santangelo con la espada envainada, indicando que la epidemia había acabado, lo que se pudo comprobar.

Uno de los principales aspectos del influjo de San Miguel fue las peregrinaciones a lugares privilegiados por la presencia de este arcángel, como el Monte Gargano en cuya cúspide se manifestó a fines del siglo V, lo que dio comienzo de una extraordinaria extensión de su culto por toda Europa, llegando a ser este lugar un polo de atracción para los cristianos que viajaban a Italia, como los reyes lombardos y los emperadores del Sacro Imperio, y entre los franceses recuerdan a San Odón, abad de Cluny y a Suger.

El lugar era estimado por la misteriosa gruta del arcángel, en cuya puerta se leía: Terribilis est iste tocus, y una escalera que descendía hasta el fondo, donde podían verse las huellas de los pies de San Miguel. Tal importancia se dio a este sitio que fue catalogado entre las peregrinaciones mayores, origen de otras menores a manera de filiales en varios lugares del sur de Italia, pero el más famoso fue el Monte St. Michel de Normandía, que como no tenía gruta se hizo de forma artificial.

Arcángel San Seathiel o Saeltiel

Se le representa agitando un incensario como instrumento litúrgico utilizado para simbolizar las oraciones que se llevan ante el trono de Dios. También como despensero de gracias carga una canasta de frutas o flores, simbolizando la gloria de la vida con Dios alcanzado por la práctica de las virtudes.

Se le invoca para prevenir los malos hábitos como la incontinencia, la gula, la intemperancia, el alcoholismo, etc. Sobre estos vicios Jesús no advierte en Lucas 21,34: "Estén alerta, para que no se endurezcan sus corazones por los vicios, borracheras y preocupaciones de la vida. No sea que ese día caiga de repente sobre ustedes".

Contra estas malas inclinaciones debemos cultivar la virtud de la templanza y de la renuncia, para conseguir una inteligencia más despejada, fortalecer la voluntad, adquirir nuevas virtudes, conseguir el perdón de nuestras faltas y ser escuchados en nuestras oraciones. Se le invoca igualmente para que los esposos tengan una buena relación marital.

Arcángel San Jehudiel o Jophiel

Su nombre quiere decir "Alabanza de Dios". Se le invoca contra la envidia y los celos. Se le representa con un látigo o disciplinas, como los instrumentos de penitencia usados por los santos y anacoretas. También carga una corona de flores que simboliza el premio que se le da al vencedor de sus vicios.

El vicio de la envidia es resentido del bien que pasa a nuestros semejantes. En general, si no se domina la envidia puede transformarse en odio. Se puede vencer la envidia con el amor a Dios, a sus leyes y al prójimo.

Para esta lucha el Arcángel Jehudiel nos da su guía y auxilio. Su aprobación absoluta de las leyes Decreto Divinas y su celo en la ejecución de su voluntad selló su alianza con Dios por la eternidad.

Arcángel San Barachiel o Baraquiel

Simboliza la bendición divina expresada mediante un manantial de rosas, flores que tienen un significado místico en el cristianismo. 

Se le invoca para evitar la pereza, la tibieza espiritual y la indiferencia hacia las Cosas Sagradas. Se debe realizar una lucha constante por alcanzar el reino de los cielos como dijo Jesús en los evangelios: "Puesto que no eres ni caliente ni frío, sino tibio, yo te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3,16). Sobre el celo apostólico también prescribió el Señor: "El Reino de los Cielos sufre violencia y tan solo los violentos lo pueden arrebatar" (Mateo 11,12). La tibieza es ante dios peor que la frialdad.

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